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La ‘política de la estaca’, esto es, las intervenciones
militares, y la ‘diplomacia del dólar’, es decir, una política de cooperación
económica y financiera con países más o menos atrasados son las dos armas que
utilizaron los EEUU en el ámbito internacional, concretamente en Sudamérica.
Ese mismo año se daba a conocer la Doctrina Monroe
(formulada por el presidente John Quincy Adams y atribuida a James Monroe), “América
para los americanos”. Donde se prevenía a los europeos contra posibles
intervenciones y se prohibía la continuación del colonialismo en el continente
americano, y es que Sudamérica pertenecía, en el sentir de entonces, a una zona
que, debido a su evolución política, se encontraba, igual que EEUU,
desvinculada del Viejo Mundo, Europa, y por tanto representaba también a
América. En esta Declaración también se afirma que los EEUU considerarían un
peligro para su paz y seguridad todo intento de las potencias europeas de
extender su caduco sistema monárquico a cualquier región del Hemisferio
Occidental (que por su posición geográfica y su sistema político formaba una
región con personalidad propia, una región de repúblicas, frente a las
monarquías europeas). Dado que los estados sudamericanos, tanto desde un punto
de vista económico como político, eran amigos y aliados de EEUU, dicho país
perdería todas aquellas ventajas derivadas de sus relaciones naturales con
ellos si uno cualquiera cayese bajo el yugo de una potencia europea. Al mismo
tiempo, EEUU tenía un interés vital en que los estados sudamericanos se
gobernaran a sí mismos de forma democrática. Rechazaban de forma clara la
penetración europea en Sudamérica, pues querían evitar que se produjese un
reparto colonial semejante al ocurrido en África.
Por supuesto, los EEUU asumían una posición de hegemonía y
se erigían en protectores del Hemisferio Occidental mediante esta proclama, que
había sido una declaración unilateral de EEUU en la que no se consultó a los
estados sudamericanos, entre otras cosas, porque no preveía la posibilidad de
una relación más estrecha con ellos, sino que iba dirigida claramente contra
Europa. Sería más adelante cuando se utilizó esta Declaración como legitimadora
de las intervenciones estadounidenses.
Esta idea de América adquirió a lo largo del siglo XIX una
formulación más agresiva. La expansión continental estadounidense había
reavivado una serie de ideas con un trasfondo de misión histórica
específicamente norteamericana. Esta ideología expansionista, centrada primero
en el Oeste, fue bautizada como ‘Destino Manifiesto’: la colonización y la
posesión del continente era el destino patente de los EEUU. Esta idea se
alimentó también con otro tipo de argumentos, como que el imperio mundial se
trasladaba de Este a Oeste (China, Persia, Grecia, Roma, Sacro Imperio Romano
Germánico, Imperio Napoleónico, Imperio Británico, y ahora EEUU).
Esta ideología del Destino Manifiesto tenía un carácter
universalista y las demás naciones del continente americano fueron
automáticamente incluidas, pues debían compartir la felicidad de la nación
norteamericana, incluso por la fuerza. Esta misión civilizadora, era además
altruista, y debía llevarse a cabo antes para el bien de las otras naciones que
para el provecho norteamericano.
La historia no contada de Estados Unidos, capítulo 8. En la imagen, Manuel Antonio Noriega, Presidente de Panamá (1983-1989) |
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