viernes, 27 de diciembre de 2013

La II Guerra Mundial. Cap. 3: La Guerra de Invierno

Aspecto de un frente de batalla en la guerra de invierno
Aunque en su época tuvo gran repercusión, se trata sin duda de uno de los episodios más desconocidos de la II Guerra Mundial.

Finlandia había conseguido su independencia de Rusia en 1917, al igual que las Repúblicas Bálticas, Polonia y, nominalmente, Bielorrusia y Ucrania. Pese a ello, y a diferencia del resto de países citados, Finlandia nunca había sido un territorio muy vinculado a Rusia. Durante siete siglos, desde que Erik IX introdujo el cristianismo, había permanecido ligado a la corona de Suecia, que se ocupó de repoblar buena parte del territorio, especialmente en el sur y en la zona costera del Golfo de Finlandia. Sin embargo, en 1808, las tropas del zar Alejandro I derrotaron a los suecos y se anexionaron Finlandia, convertida desde entonces en Gran Ducado, un título meramente honorífico, sin ninguna repercusión política real. Durante los cien años de dominación rusa, Finlandia mantuvo de hecho cierta autonomía, pues lo único que interesaba a los zares de aquel territorio era su caza. Además, los rusos tampoco llevaron a cabo repoblaciones (como sí hicieron en las Repúblicas Bálticas), de tal manera que nunca existió un sentimiento prorruso por parte de la población finesa.

Dirección de los ataques
 soviéticos
En el otoño de 1939, después de completar la conquista de Polonia anexionándose la mitad oriental del país, Stalin ocupó Lituania, Letonia y Estonia. De esta manera, el único territorio ruso que le quedaba por recuperar respecto a 1917 era Finlandia. En un primer momento, Stalin y Molotov no pretendían la anexión completa del país, sino sólo una rectificación de las fronteras de 1917. Las negociaciones se iniciaron en septiembre, y en ellas se pretendía hacer retroceder la frontera de Finlandia en el istmo de Carelia a cambio de territorios rusos en la frontera norte.El principal argumento esgrimido desde la URSS era que la frontera se encontraba a tan solo 35 km de la segunda mayor ciudad del país, Leningrado, lo que la hacía muy vulnerable ante cualquier ataque. Desde el primer momento, el negociador designado por el gobierno finés, Paasikivi, negó cualquier posibilidad de acuerdo, postura compartida también por la población.

Finlandia no estaba dispuesta a renunciar a ningún territorio porque tenía pretensiones expansionistas. En el periodo de entreguerras había nacido la idea de la Gran Finlandia, un territorio que aglutinaría a todas las poblaciones con lengua ugro-finesa. Eso incluía, además de Finlandia, la Carelia rusa, la Península de Kola, la región de Ingria (en el cauce bajo del río Neva) y algunas zonas limítrofes de Noruega y Suecia.

Soldados finlandeses 
tras recuperar una posición

El 31 de octubre, Molotov dio por zanjadas las negociaciones con la siguiente frase: Ahora, ya, ha llegado el turno de los militares. Tras un periodo de tensa espera, el 26 de noviembre se produjo un incidente fronterizo en la localidad de Mainila que fue aprovechado por la URSS para exigir la retirada de las tropas finlandesas de la frontera. El día 29, Molotov rompió las relaciones entre ambos países y el Ejército Rojo inició la invasión del país. Ese mismo día, Helsinki fue bombardeada por la aviación rusa.

El general
 Mannerheim
Los soviéticos han movilizado 300.000 hombres, y con la mitad de ellos (el resto se queda en reserva) inician la invasión, contando con el apoyo de 1.500 tanques. Finlandia sólo puede oponer a 13.000 soldados fronterizos. Sin nada que hacer ante una desproporción de 10 a 1, los soldados finlandeses retroceden sin luchar y crean una segunda línea de defensa en la retaguardia. El gobierno moviliza al ejército y a los reservistas y los pone al mando de Carl Gustav Mannerheim. Los soviéticos penetran 20 km en territorio finés, pero se detienen ante la segunda línea creada por Mannerheim, defendida por 70.000 finlandeses.

El ímpetu inicial soviético se detiene y en el frente se estabilizan las líneas durante todo el mes de diciembre. Los finlandeses apenas pueden contar con 120 aviones (frente a los 2.500 rusos) y 200 carros de combate, pero el país entero se se apresta para hacer frente a la invasión, movilizando a 400.000 hombres. Para la defensa cuenta incluso con 100.000 mujeres de la Lotta Svärd, un cuerpo femenino auxiliar mandado por Fanni Lukkoonen. El coraje y el ardor combativo de los fineses sorprenden a los mandos soviéticos. En Moscú, Stalin se desespera.


Recreación de uno de los ataques soviéticos
Mientras tanto, la comunidad internacional también actúa, y comienza a enviar ayuda a Finlandia en forma de armas, municiones, suministros energéticos y contingentes de voluntarios. El principal promotor de esta iniciativa es Estados Unidos, que teme el expansionismo soviético. También en Inglaterra y en Francia se mantenían a la expectativa, barajando la posibilidad de enviar una fuerza de hasta 50.000 hombres para que Stalin se desangrara en Finlandia. Paradojas del destino, apenas dos años después, Inglaterra y Francia firmaron una alianza con Stalin, convertido en su última oportunidad de supervivencia.

Territorios perdidos
 por Finlandia
En enero, cuando se alcanzan temperaturas de hasta 50º bajo cero, las tropas de Mannerheim atacan a los rusos, boicotean sus líneas de suministros y realizan arriesgadas y exitosas incursiones en la retaguardia enemiga. En febrero, Stalin moviliza el doble de efectivos dispuesto a sojuzgar de una vez por todas a ese pequeño país que estaba ridiculizándole. Con 600.000 hombres, los soviéticos lanzan una ofensiva y, pese a las adversidades, Mannerheim consigue que los frentes aguanten durante casi un mes. No obstante, el 26 de febrero, el Primer Ministro finés, Risto Ryti solicita a Moscú un armisticio.

Las condiciones de paz impuestas por Molotov son absolutamente desproporcionadas y están en la causa del posterior apoyo de Finlandia al III Reich. Finlandia pierde toda su franja fronteriza con la URSS (lo que representa un 10% de su territorio). Las cifras de la guerra nos hablan de la ferocidad desatada en los tres meses de contienda: Finlandia tiene 25.000 muertos y 44.000 heridos, además debe realojar a 200.000 personas de las zonas ocupadas por los soviéticos; la URSS sufre 68.000 muertos y 158.000 heridos. Pese a las pérdidas, los finlandeses se mostraron como unos magníficos combatientes en el crudo invierno de 1939-1940, utilizando en su favor la ventaja que les proporcionaban los bosques y la orografía para infligir enormes pérdidas a uno de los ejércitos más numerosos y modernos de Europa.

En Berlín, un eufórico Hitler ha tomado nota del resultado de esta guerra. Ha visto las dificultades del Ejército Rojo y cree que no podrá oponer resistencia ante la Wehrmacht. Hitler cometió en el invierno de 1939-1940 su primer error con la URSS al subestimar su capacidad combativa.


El saldo de los combates

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