Pripiat, la ciudad congelada en el tiempo. |
La historia de la energía nuclear en la Unión Soviética está
ligada, como en el caso de los Estados Unidos, a su empleo militar. Conocedores
de los esfuerzos de la Alemania Nazi por desarrollar una bomba atómica, se dice
que la prisa de Stalin por alcanzar Berlín antes que los Aliados se debía a su
interés por apropiarse de las investigaciones alemanas. De hecho, multitud de
científicos alemanes fueron capturados y trasladados a la Unión Soviética para
continuar allí sus investigaciones. Pero, el programa nuclear soviético no
sería el único beneficiado por el aporte de estos científicos, ya que sus
investigaciones también están en la base del Programa Espacial desarrollado
durante el mandato de Brezhnev.
En agosto de 1945, el lanzamiento de las bombas atómicas
sobre Hiroshima y Nagasaki (consideradas en opinión de muchos expertos una
demostración de fuerza innecesaria para amedrentar a la URSS) hizo ver a Stalin la necesidad de poseer cuanto antes su propio armamento nuclear. A tal fin, se
dotó con todos los recursos necesarios al programa nuclear que, en cuatro años,
logró tener lista su primera bomba nuclear.
Chernóbil, la magnitud del desastre |
Los científicos soviéticos no tardaron en darse cuenta de las
posibilidades que tenía la nueva energía si se aplicaba a usos civiles,
especialmente en un país que había resultado arrasado durante la II Guerra
Mundial. De esta manera, a principios de la década de 1950, se ponía en marcha
el proyecto “átomo pacífico”, cuyo objetivo era la construcción de centrales
nucleares para generar electricidad. En junio de 1954 se inauguraba la primera
central de este tipo. Sería sólo la primera de muchas para un país que
necesitaba proporcionar energía a 300 millones de habitantes.
En 1970 se comenzó la construcción de una nueva central nuclear en el norte de Ucrania, la de Chernóbil, que debía dar servicio a la
demanda creciente de energía de Kiev, una metrópoli con dos millones y medio de
habitantes. El planteamiento inicial de las autoridades soviéticas estimaba
construir la central a sólo 25 km al norte de la ciudad para abaratar los
costes del transporte de la energía. Afortunadamente, la comunidad científica
logró persuadir a las autoridades de la necesidad de aislar a Kiev de cualquier
riesgo procedente de la central, por lo que ésta se terminó construyendo a 100
km al norte de la capital ucraniana.
La construcción de la central nuclear fue paralela al de una
nueva ciudad, la ciudad de Pripiat, que daría alojamiento a los trabajadores de
la planta, y que pronto alcanzó los 40.000 habitantes. Lo cierto es que Pripiat
había sido pensada como una ciudad modelo, un ejemplo de lo interesado que
estaba el PCUS por la comodidad de sus trabajadores y a tal fin, la ciudad
estaba bien comunicada (mediante el río Pripiat y una autopista), gozaba de un
clima templado y estaba concebida como una ciudad jardín.
Durante dieciséis años, entre 1970 y 1986, la central nuclear
y la ciudad de Pripiat coexistieron sin ningún contratiempo. Pero todo iba a
truncarse aquel fatídico 26 de abril de 1986. Ese día, los operadores la
central llevaron a cabo un experimento cuyo objetivo era comprobar cuánto
tiempo podría seguir funcionando uno de los reactores en caso de un corte de
suministro energético y cómo funcionarían los sistemas de refrigeración de
emergencia del reactor. Lo que empezó como un simulacro terminó convirtiéndose en
el mayor desastre nuclear de la historia provocado por el hombre (cuestión
aparte merece el accidente del reactor Fukushima I, que se debió a la
incidencia de un terremoto de fuerza 9 y al consiguiente tsunami).
Chernóbil en el mapa |
La rápida actuación de los bomberos y de los servicios de
emergencia destinados a la central impidió que, tras la explosión del reactor
I, el fuego se extendiera por los otros. Por su puesto, huelga decir que todos
ellos sufrieron graves lesiones producidas por la radiación y murieron a los
pocos días o arrastraron secuelas irreversibles de por vida causadas por la
radiación.
No actuaron con la misma diligencia las autoridades
soviéticas, que trataron por todos los medios de ocultar la noticia del
accidente (pese a que Gorbachov llevaba un año ocupando la Secretaría General y
predicando la perestroika y la glasnost), negando la evidencia del
desastre e impidiendo la evacuación de la población. La noche tras el
accidente, la ciudad de Pripiat recibió unos niveles de radiación que superaban
en 600.000 veces los índices de normalidad. Finalmente, 36 horas después del
accidente, se decretó la evacuación de la ciudad[1],
que se completaría una semana después, cuando se trazó una zona de exclusión de
36 km en torno a la central.
A pesar de que se había evacuado a la población, y de que se
había extinguido el riesgo de que el incendio se contagiara al resto de la
central, del reactor afectado aún emanaba una nube toxica, por lo que se hacía
necesario apagar el fuego de su núcleo. No sería una tarea fácil, pues las
temperaturas superaban los 2.500º. Durante quince días, se arrojarían sobre el
reactor (mediante aviones y helicópteros) 5.000 toneladas de materiales ignífugos
que, finalmente, el 13 de mayo, consiguieron apagar el incendio.
Durante diecisiete días se arrojó a la atmosfera una enorme
nube radiactiva que por suerte fue desviada hacia el norte por los vientos
imperantes en aquellos días. De esta manera el sur de Bielorrusia (poco
poblado) fue la zona más afectada por la radiación, en lugar del superpoblado
centro de Ucrania o del oeste de Rusia. Hasta tal punto llegó la emisión toxica
que las partículas radiactivas fueron detectadas en prácticamente toda Europa,
exceptuando a las Islas Británicas y a la Península Ibérica.
No se han establecido registros fiables acerca del número de
víctimas provocado por la radiación. Se sabe que unas 150.000 personas
estuvieron sometidas de manera directa (por residir dentro de lo que en la
actualidad es el Área de Exclusión) a unos niveles de radiación muy superiores
a lo tolerable por el cuerpo humano, y que entre 8.000 y 10.000 personas
murieron en años posteriores por los efectos de la radiación[2].
Más controvertidos son los estudios acerca de la contaminación de las aguas de
los ríos Pripiat y Dnieper, cuyas aguas confluyen hacia uno de los pantanos que
abastecen Kiev, y de la contaminación de las tierras de cultivo del norte de
Ucrania que también abastecen a la capital.
Para evitar que la radiación pudiese seguir brotando del
reactor afectado (donde quedan 800 toneladas de plutonio), se construyó una
enorme estructura de hormigón, el denominado “sarcófago”, que lo envolvería y
evitaría cualquier fuga. Muy deteriorado por el paso del tiempo y por los
fallos inherentes a una construcción precipitada, a finales de los años noventa
comenzó a dar serios avisos de que podía derrumbarse. Las obras del nuevo
sarcófago, iniciadas en 2007, se prevé que concluyan en 2015.
El nuevo sarcófago |
En la actualidad, el ejército y la policía ucraniana aún
mantienen el área de exclusión en torno a la central de Chernóbil. Se calcula
que la zona no podrá ser habitada hasta dentro de 24.000 años, que es el tiempo
que se estima que tardan la tierra y la atmósfera en asimilarse el plutonio.
Sin embargo, la desaparición del hombre ha hecho que el área de exclusión se
convierta en una auténtica reserva natural en la que la fauna se ha erigido en
el único dueño y señor de la zona. De hecho, la zona bielorrusa que se
encuentra dentro del Área de Exclusión ya ha sido convertida en una reserva
natural.
Lo mismo puede decirse de Pripiat. La que fuera pensada como
una ciudad jardín para los trabajadores, ha visto cómo la flora crece
incontrolada, convirtiéndose en un auténtico bosque del que sobresalen los
grises apartamentos y edificios soviéticos, que mantienen el anacronismo de los
símbolos y las inscripciones comunistas en sus fachadas dos décadas después del
desmoronamiento de la URSS. Aunque la ciudad puede visitarse (se ha convertido
en un reclamo para turistas de todo el mundo, aún a costa de su salud) las
estancias no deben prolongarse más de un par de horas. Como en el área de
exclusión, los zorros, ciervos y lobos (con los que es frecuente encontrarse)
se han convertido en los únicos habitantes de la ciudad.
Y para finalizar, el documental "Chernóbil, 17 años después"
Parte 1
Parte 2
Parte 3
[1] A pesar de que la
evacuación se realizó en sólo tres horas, una buena muestra de su improvisación
nos lo da el hecho de que las autoridades militares tuvieran que solicitar el
apoyo de autobuses, e incluso coches particulares, que fueron facilitados desde
Kiev.
[2]
Sin contabilizar el aumento de los casos de cáncer de todo tipo, cuya
incidencia se ha multiplicado en Bielorrusia y Ucrania.
No hay comentarios:
Publicar un comentario