lunes, 9 de diciembre de 2013

Desastres ecológicos de la Unión Soviética. Capítulo 2: Chernóbil

Pripiat, la ciudad congelada en el tiempo.

La historia de la energía nuclear en la Unión Soviética está ligada, como en el caso de los Estados Unidos, a su empleo militar. Conocedores de los esfuerzos de la Alemania Nazi por desarrollar una bomba atómica, se dice que la prisa de Stalin por alcanzar Berlín antes que los Aliados se debía a su interés por apropiarse de las investigaciones alemanas. De hecho, multitud de científicos alemanes fueron capturados y trasladados a la Unión Soviética para continuar allí sus investigaciones. Pero, el programa nuclear soviético no sería el único beneficiado por el aporte de estos científicos, ya que sus investigaciones también están en la base del Programa Espacial desarrollado durante el mandato de Brezhnev.

En agosto de 1945, el lanzamiento de las bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki (consideradas en opinión de muchos expertos una demostración de fuerza innecesaria para amedrentar a la URSS) hizo ver a Stalin la necesidad de poseer cuanto antes su propio armamento nuclear. A tal fin, se dotó con todos los recursos necesarios al programa nuclear que, en cuatro años, logró tener lista su primera bomba nuclear.

Chernóbil, la magnitud del desastre


Los científicos soviéticos no tardaron en darse cuenta de las posibilidades que tenía la nueva energía si se aplicaba a usos civiles, especialmente en un país que había resultado arrasado durante la II Guerra Mundial. De esta manera, a principios de la década de 1950, se ponía en marcha el proyecto “átomo pacífico”, cuyo objetivo era la construcción de centrales nucleares para generar electricidad. En junio de 1954 se inauguraba la primera central de este tipo. Sería sólo la primera de muchas para un país que necesitaba proporcionar energía a 300 millones de habitantes.

En 1970 se comenzó la construcción de una nueva central nuclear en el norte de Ucrania, la de Chernóbil, que debía dar servicio a la demanda creciente de energía de Kiev, una metrópoli con dos millones y medio de habitantes. El planteamiento inicial de las autoridades soviéticas estimaba construir la central a sólo 25 km al norte de la ciudad para abaratar los costes del transporte de la energía. Afortunadamente, la comunidad científica logró persuadir a las autoridades de la necesidad de aislar a Kiev de cualquier riesgo procedente de la central, por lo que ésta se terminó construyendo a 100 km al norte de la capital ucraniana.

La construcción de la central nuclear fue paralela al de una nueva ciudad, la ciudad de Pripiat, que daría alojamiento a los trabajadores de la planta, y que pronto alcanzó los 40.000 habitantes. Lo cierto es que Pripiat había sido pensada como una ciudad modelo, un ejemplo de lo interesado que estaba el PCUS por la comodidad de sus trabajadores y a tal fin, la ciudad estaba bien comunicada (mediante el río Pripiat y una autopista), gozaba de un clima templado y estaba concebida como una ciudad jardín.

Durante dieciséis años, entre 1970 y 1986, la central nuclear y la ciudad de Pripiat coexistieron sin ningún contratiempo. Pero todo iba a truncarse aquel fatídico 26 de abril de 1986. Ese día, los operadores la central llevaron a cabo un experimento cuyo objetivo era comprobar cuánto tiempo podría seguir funcionando uno de los reactores en caso de un corte de suministro energético y cómo funcionarían los sistemas de refrigeración de emergencia del reactor. Lo que empezó como un simulacro terminó convirtiéndose en el mayor desastre nuclear de la historia provocado por el hombre (cuestión aparte merece el accidente del reactor Fukushima I, que se debió a la incidencia de un terremoto de fuerza 9 y al consiguiente tsunami).

Chernóbil en el mapa

La rápida actuación de los bomberos y de los servicios de emergencia destinados a la central impidió que, tras la explosión del reactor I, el fuego se extendiera por los otros. Por su puesto, huelga decir que todos ellos sufrieron graves lesiones producidas por la radiación y murieron a los pocos días o arrastraron secuelas irreversibles de por vida causadas por la radiación.

No actuaron con la misma diligencia las autoridades soviéticas, que trataron por todos los medios de ocultar la noticia del accidente (pese a que Gorbachov llevaba un año ocupando la Secretaría General y predicando la perestroika y la glasnost), negando la evidencia del desastre e impidiendo la evacuación de la población. La noche tras el accidente, la ciudad de Pripiat recibió unos niveles de radiación que superaban en 600.000 veces los índices de normalidad. Finalmente, 36 horas después del accidente, se decretó la evacuación de la ciudad[1], que se completaría una semana después, cuando se trazó una zona de exclusión de 36 km en torno a la central.

A pesar de que se había evacuado a la población, y de que se había extinguido el riesgo de que el incendio se contagiara al resto de la central, del reactor afectado aún emanaba una nube toxica, por lo que se hacía necesario apagar el fuego de su núcleo. No sería una tarea fácil, pues las temperaturas superaban los 2.500º. Durante quince días, se arrojarían sobre el reactor (mediante aviones y helicópteros) 5.000 toneladas de materiales ignífugos que, finalmente, el 13 de mayo, consiguieron apagar el incendio.

Durante diecisiete días se arrojó a la atmosfera una enorme nube radiactiva que por suerte fue desviada hacia el norte por los vientos imperantes en aquellos días. De esta manera el sur de Bielorrusia (poco poblado) fue la zona más afectada por la radiación, en lugar del superpoblado centro de Ucrania o del oeste de Rusia. Hasta tal punto llegó la emisión toxica que las partículas radiactivas fueron detectadas en prácticamente toda Europa, exceptuando a las Islas Británicas y a la Península Ibérica.

No se han establecido registros fiables acerca del número de víctimas provocado por la radiación. Se sabe que unas 150.000 personas estuvieron sometidas de manera directa (por residir dentro de lo que en la actualidad es el Área de Exclusión) a unos niveles de radiación muy superiores a lo tolerable por el cuerpo humano, y que entre 8.000 y 10.000 personas murieron en años posteriores por los efectos de la radiación[2]. Más controvertidos son los estudios acerca de la contaminación de las aguas de los ríos Pripiat y Dnieper, cuyas aguas confluyen hacia uno de los pantanos que abastecen Kiev, y de la contaminación de las tierras de cultivo del norte de Ucrania que también abastecen a la capital.

Para evitar que la radiación pudiese seguir brotando del reactor afectado (donde quedan 800 toneladas de plutonio), se construyó una enorme estructura de hormigón, el denominado “sarcófago”, que lo envolvería y evitaría cualquier fuga. Muy deteriorado por el paso del tiempo y por los fallos inherentes a una construcción precipitada, a finales de los años noventa comenzó a dar serios avisos de que podía derrumbarse. Las obras del nuevo sarcófago, iniciadas en 2007, se prevé que concluyan en 2015.

El nuevo sarcófago

En la actualidad, el ejército y la policía ucraniana aún mantienen el área de exclusión en torno a la central de Chernóbil. Se calcula que la zona no podrá ser habitada hasta dentro de 24.000 años, que es el tiempo que se estima que tardan la tierra y la atmósfera en asimilarse el plutonio. Sin embargo, la desaparición del hombre ha hecho que el área de exclusión se convierta en una auténtica reserva natural en la que la fauna se ha erigido en el único dueño y señor de la zona. De hecho, la zona bielorrusa que se encuentra dentro del Área de Exclusión ya ha sido convertida en una reserva natural.

Lo mismo puede decirse de Pripiat. La que fuera pensada como una ciudad jardín para los trabajadores, ha visto cómo la flora crece incontrolada, convirtiéndose en un auténtico bosque del que sobresalen los grises apartamentos y edificios soviéticos, que mantienen el anacronismo de los símbolos y las inscripciones comunistas en sus fachadas dos décadas después del desmoronamiento de la URSS. Aunque la ciudad puede visitarse (se ha convertido en un reclamo para turistas de todo el mundo, aún a costa de su salud) las estancias no deben prolongarse más de un par de horas. Como en el área de exclusión, los zorros, ciervos y lobos (con los que es frecuente encontrarse) se han convertido en los únicos habitantes de la ciudad.


Y para finalizar, el documental "Chernóbil, 17 años después"

Parte 1

Parte 2

Parte 3









[1] A pesar de que la evacuación se realizó en sólo tres horas, una buena muestra de su improvisación nos lo da el hecho de que las autoridades militares tuvieran que solicitar el apoyo de autobuses, e incluso coches particulares, que fueron facilitados desde Kiev.

[2] Sin contabilizar el aumento de los casos de cáncer de todo tipo, cuya incidencia se ha multiplicado en Bielorrusia y Ucrania. 

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