El coronel Antonio Aranda había
tomado contacto con Asturias en octubre de 1934, cuando llegó a la región con
el contingente de tropas encargadas de sofocar la revolución. Su papel en dicha
contienda se limitó a ocupar y mantener abiertos los pasos de montaña que
comunicaban Asturias con la meseta, vitales para la llegada de nuevos efectivos
militares y de suministros.
Sofocada la revolución,
y con la sustitución del general López Ochoa, Aranda se convierte en el
comandante militar de la región. Desde ese momento, comienza a hacer planes
para actuar con rapidez en caso de un nuevo levantamiento de los mineros o de
cualquier otra contingencia. Es así cómo traza planes defensivos para las
principales ciudades de la región, especialmente, Oviedo. Durante meses, instruyó a sus hombres,
hizo acopio de material bélico, y ordenó trazar detallados planos topográficos
de la capital y sus alrededores. De hecho, era frecuente verle recorriendo personalmente las afueras de Oviedo, donde trazaba los planes de un
futuro anillo defensivo que, estudiando los sucesos de 1934, trataría de evitar
una nueva conquista de la ciudad.
Los planes de Aranda
pasaban por el triunfo de las guarniciones de Avilés y Gijón y el trazado de un
triángulo defensivo que incluiría a estas dos ciudades y a la capital, donde se
concentraría el grueso de las tropas. Pero, además, debía evitarse que la
fábrica de armas de Trubia y la de explosivos de la Manjoya, cayeran en manos
de los revolucionarios. Una vez aseguradas estas posiciones, se podrían enviar
expediciones hacia las cuencas que neutralizasen, in situ, a las milicias obreras, evitando así que la lucha se
extendiese al centro de la región.
Línea defensiva planteada por Aranda |
El triunfo del Frente Popular afectó a los planes del coronel Aranda en tres aspectos fundamentales:
Aranda perdía, con el cambio de gobierno, todo el apoyo que hasta entonces
habían tenido sus planes; el Frente Popular puso en libertad a todos los
encarcelados por su participación en la revolución de octubre de 1934, por lo
que se dejaba en libertad a veteranos y aguerridos combatientes de aquellas
semanas de octubre que, además, estaban muy significados políticamente y eran
un ejemplo para los demás; y, por último, el gobierno del Frente Popular rebajó
considerablemente los efectivos militares destacados en Asturias, a lo que se
sumó el paso a la clandestinidad de Falange Española, de donde Aranda pretendía
obtener, en caso de necesitarlos, voluntarios combatientes.
En definitiva, con la
nueva situación surgida de las urnas de febrero de 1936, el coronel Aranda sólo podía
contar con un tercio de los efectivos sobre los que había trazado sus planes.
Se debía, pues, abandonar toda pretensión ofensiva para concentrar todas las
fuerzas en la defensa de las tres principales ciudades asturianas, resistiendo
hasta la llegada de tropas de refuerzo.
El alzamiento militar,
que tuvo lugar el día 17 de julio de 1936 en el Protectorado español de Marruecos, fue conocido en Oviedo esa misma noche a través del conducto
habitual del Gobierno Civil. Paralelamente, el comandante militar de la plaza,
coronel Aranda, se enteraba de todos los sucesos por una fuente más cercana. La
mujer y los hijos del coronel estaban, en esas fechas, veraneando en Ceuta,
desde donde contactaban, vía telefónica, diariamente con Aranda. Fue así, cómo
el coronel estuvo en disposición de conocer, desde el primer momento, el
alcance de los hechos y las fuerzas y mandos implicados en la sublevación, algo
que le fue de mucha utilidad dadas las noticias, muchas de ellas parciales o
veladas, que le llegaban desde los conductos regulares.
La mañana del día 18 de
julio, ante las noticias que iban llegando a la ciudad sobre la propagación del
alzamiento en distintas ciudades peninsulares, el Gobernador Civil de Asturias
dio órdenes a la Guardia de Asalto de ocupar posiciones en los puntos
neurálgicos de la ciudad. Por la tarde, la Guardia de Asalto domina la ciudad y
comienza una serie de arrestos preventivos de significados personajes de la derecha.
A lo largo de la tarde, también han ido llegando a la ciudad milicianos
procedentes de las cuencas que desfilan por las calles puño en alto cantando la
Internacional.
Ese mismo día,
comienzan las maniobras de Aranda al margen de las autoridades del Frente
Popular. Efectivamente, el día 18, Aranda asegura su lealtad al gobierno del
Frente Popular legítimamente constituido, pero ordena que se concentren en la
ciudad todos los guardias civiles disponibles en la provincia, a excepción de
los destacados en Gijón. Mientras tanto, el coronel Aranda, se niega a armar a
las milicias que han ido llegando a la ciudad, que integraban muchos veteranos
de la revolución del 34 y que son vistos con recelo por Aranda y sus mandos
afines.
Oviedo, una ciudad "azul" en una región republicana |
Durante la tarde del
día 18 se había ido concibiendo la posibilidad de enviar una expedición de
milicianos asturianos a Madrid para ayudar a sofocar pronto los brotes
insurreccionales de la capital.
La idea provenía de Indalecio Prieto, que estaba firmemente convencido de que,
con Aranda del lado de la República,
la región no corría ningún riesgo y, a tal fin, cursó órdenes al respecto.
El coronel Aranda recibió
estas órdenes del Ministerio de Defensa de armar a los milicianos que se iban
concentrando en la capital asturiana y preparar con ellos varias columnas que
partieran, lo más rápidamente posible, hacia Madrid, pero se negó en redondo a
la entrega de armas a los milicianos. Esta negativa tiene dos explicaciones: la
convicción de que las tropas bajo su mando pudiesen necesitar esas armas y, el
temor a que los milicianos, una vez conocidas sus intenciones, se volvieran
contra él y estuvieran en condiciones de presentar una fuerte resistencia.
Por tanto, todo el día
18, es un continuo tira y afloja entre las autoridades del Frente Popular y
Aranda por el motivo de la entrega de dichas armas. Finalmente, Aranda entrega
a los milicianos algunos mosquetes, viejos y en mal estado, y municiones que no
se correspondían con el calibre de las armas que les había entregado.
Durante la noche, las columnas de milicianos parten hacia Madrid por tren y
carretera.
A las seis de la
madrugada del día 19 de julio, Aranda sostiene una larga conversación con Mola,
a quien confirma su apoyo y su adhesión al movimiento, adhesión que hará
pública en el momento oportuno. Durante toda la mañana, Aranda y el Gobernador
Provincial sostienen encendidos debates a raíz de la petición del segundo de
entregar todas las armas almacenadas en los cuarteles a las milicias del Frente
Popular. Aranda, tratando de ganar tiempo, se excusa diciendo que no ha
recibido orden por escrito del Ministerio de Defensa que le informe en tal
sentido.
Aranda, no sólo trataba
de ganar tiempo esperando a que los mineros enviados a Madrid estuviesen lo
bastante lejos de la región como para no interferir en sus planes, sino que
esperaba la llegada de los contingentes de guardias civiles, de toda la
provincia, llamados a Oviedo el día anterior.
A las cuatro de la
tarde, cuando la heroica ciudad dormía la
siesta y se hacía la digestión del cocido y de la olla podrida,
llegaba al coronel Aranda la orden escrita desde el Ministerio de Defensa de
entregar armas a las milicias frentepopulistas. La negativa de Aranda a
entregar esas armas le situaba, de facto, al margen de la legalidad y en el bando
de los sublevados. El único inconveniente al que se enfrentaba el coronel era
que la ciudad estaba tomada por los Guardias de Asalto. Se sabía que, muchos de
estos guardias eran partidarios del alzamiento, pero no así los cuadros,
especialmente, su comandante, Alfonso Ros Hernández. La actuación pasaba por
neutralizar a los cuadros de mando de los Guardias de Asalto para reducir a las
compañías dispersas por la ciudad sin utilizar la fuerza y, adueñarse así de la
ciudad, sin pegar un solo tiro.
Cuartel de Santa Clara, actual Delegación de Hacienda |
Sin embargo, se
presentaba un terrible contratiempo, sobre todo si se quería actuar con rapidez
para contar con el factor sorpresa a su favor. Se desconocía el paradero del
comandante Caballero, que se había escondido el día anterior cuando comenzó a
producirse el arresto de personas afines al levantamiento. Una vez localizado,
fue conducido hasta el coronel Aranda, en el cuartel de Pelayo, donde se le
encomendó la tarea de tomar el cuartel de Santa Clara, contando con el apoyo de
30 guardias civiles.
Antiguo cuartel Pelayo, antes seminario |
Desde el cuartel,
Caballero establece contacto con Aranda, que le ordena reducir a sus órdenes a
las patrullas de guardias dispersas por la ciudad, tarea que se lleva a cabo
sin mayores contratiempos. A las siete de la
tarde, la ciudad de encontraba en poder de los militares sublevados y del resto
de las fuerzas que les respaldaban: Guardias Civiles, Guardias de Asalto, miembros
de Falange Española y voluntarios. El alzamiento nacional se había consumado en
Oviedo en apenas tres horas. Los regulares
comenzaron desde esa tarde a ocupar las posiciones defensivas que con tanto
esmero había trazado el coronel Aranda.
Había comenzado la batalla por Oviedo.
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