Cartel promocional de la película |
Si existe un país que siente fascinación por las guerras en las
que ha participado a lo largo de su historia es, sin duda, Estados Unidos.
Quizás esté relacionado con el hecho de que se trata de una nación joven que aún
está construyendo su identidad y, como tal, necesita de los mitos y los héroes
que surgen en todas las guerras. Desde la Guerra de Independencia (con
películas como El patriota), pasando
por la Guerra de Secesión (Lincoln),
la Primera Guerra Mundial (Senderos de Gloria) o la Segunda Guerra Mundial (con un sinfín de títulos ambientados
en los dos frentes en los que combatió el país, Europa y el Pacífico), además
de las más recientes Guerra de Corea o Guerras del Golfo, Estados Unidos se ha
empeñado en inmortalizar unas contiendas que marcaron a las sucesivas
generación de estadounidenses.
Pero hay un conflicto que descuella por encima del resto por
haber contribuido a la configuración actual del país, la Guerra de Vietnam.
Desarrollada en el Sudeste Asiático, los miles de americanos que lucharon y
murieron en las junglas de Vietnam, Laos y Camboya, no siempre fueron
conscientes de cuál era su cometido, ni de por qué su país se vio involucrado
en una guerra que se libraba en un país extranjero (sin que estuvieran en juego
los intereses nacionales) contra un enemigo que, muchas veces, era invisible.
Entre las películas cuyo argumento se centra en Vietnam
podríamos citar El americano impasible,
Los boinas verdes, Platoon o la siempre presente saga de Rambo. Eso sin contar las cuatro
películas que se lanzaron al mercado en un mismo año, 1987: La colina de la hamburguesa, La chaquet ametálica, Jardines de piedra y, Hanoi Hilton.
La película que nos ocupa fue dirigida en 1979 por el ya
oscarizado (El Padrino, 1972) Francis Ford Coppola, basándose en la novela de Joseph Conrad El corazón de las tinieblas. Inmediatamente, fue un éxito rotundo
de crítica y público, lo que animó al director a realizar un remontaje del film
en 2001 (Apocalypse now redux),
prolongando su duración hasta las tres horas y media. El rodaje tuvo lugar en
Tailandia con un presupuesto de 31 millones de dólares.
Wagner entra en acción |
Por lo que respecta a los personajes, Coppola hace un juego
a través de la personalidad de cada uno. Así, tenemos al introspectivo Martin Sheen, para quien el viaje hacia su misión acaba siendo un auténtico viaje
emocional en el que se descubre así mismo y al Coronel Kurtz. Este personaje
recuerda mucho (no sólo físicamente, sino también por el rol que juega en la
película, donde se mueve entre el bien y el mal, a Charlie Sheen en Platoon) Por el contrario, la
tripulación de la patrullera destaca por sus personalidades extrovertidas y
desenfadadas, casi rayando en la locura esquizofrénica.
Pero la contraposición más evidente se da entre Robert
Duvall y Marlon Brando. El primero es un apasionado de la guerra que se
muestra completamente descuidado en el transcurso de la batalla, sin
interesarse lo más mínimo por su integridad física. Disfruta hablando de surf
mientras los proyectiles de los morteros estallan a su alrededor. En cambio,
Marlon Brando interpreta a un veterano coronel desencantado con la guerra. El
contraste creado por Coppola entre ambos se observa incluso en la ambientación
en la que aparecen: Robert Duvall se muestra siempre a plena luz del día,
buscando el protagonismo de la acción y llenando la pantalla con su sola
presencia; mientras que, Marlon Brando, se mueve en la penumbra, con la cara
pintada y siempre en segundo plano. Este aspecto de colocar al actor siempre en
penumbra y en segundo plano es un recurso que utiliza Coppola en otras
películas para dar mayor realce al personaje cada vez que este interviene, ya
que se crea en torno suyo un aura de misterio que resulta muy atrayente para el
espectador[1].
Robert Duvall en una escena de la película |
Por lo que respecta a la música, la primera mitad de la
película está ambientada con algunos éxitos rotundos de la época como “The End” de The Doors, y el momento de
mayor protagonismo musical lo alcanza La
cabalgata de las Walkirias, a cuyos compases Robert Duvall ordena (como una nueva forma de guerra psicológica)
que su escuadrón de helicópteros ataque un poblado base del enemigo. A pesar de
ello, se observa una deficiencia, y es que, a medida que la lancha patrullera
asciende el río y la espesura de la jungla se cierne sobre los protagonistas,
se echa en falta la presencia de una banda sonora con más personalidad que
aumente el clímax de tensión al que se ven sometidos los personajes[2].
Es algo que sí han conseguido otras películas de idéntica temática como Platoon (quién no recuerda la angustiosa
banda sonora que suena en el momento en que Willen Dafoe es abandonado por su
pelotón y abatido por el Vietcong) o la banda sonora que inmortaliza el momento
de tensión en La Chaqueta Metálica
cuando la patrulla de “rompetechos” entra (en el contexto de la batalla de Hué)
en una ciudad semidestruida en la que son acosados por un francotirador.
Marlon Brando interpretando al Coronel Kurtz |
Como la gran mayoría de los filmes bélicos americanos, Apocalypse now ensalza algunos valores
americanos como son la supremacía del hombre blanco (es una cinta cargada
racismo y desprecio por los vietnamitas, algo que no resulta infrecuente en un
contexto de guerra). Otro tema recurrente en este tipo de historias, sobre todo
las que se refieren a la Guerra de Vietnam es el del uso y abuso que muchos
soldados americanos hicieron de las drogas para evadirse de un ambiente
extremo.
Solo queda terminar recomendando el visionado de una
película excepcional para conocer el desarrollo de la Guerra de Vietnam, y en
la que el espectador se ve inmerso en la emoción de la contienda desde el
primer instante.
[1] Este mismo recurso puede
verse en el tratamiento que hace Coppola en El
padrino I de la figura de Al Pacino
interpretando a Michael Corleone.
[2] Es un hecho que llama
especialmente la atención si se repasa la filmografía de Coppola, donde la
banda sonora cobra siempre un especial protagonismo. Pese a ello, la cinta
recibió el Óscar al mejor sonido por la veracidad de su recreación de los
escenarios de batalla.
Si esto lo leyera una profesora que yo me se usted no bajaría de la matrícula
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