miércoles, 18 de diciembre de 2013

Isabel II, la reina desdichada

Isabel II

Desde antes incluso del matrimonio, Isabel supo que no podría ser feliz, al menos no al lado de su marido del que más adelante dijo que llevaba en la noche de bodas incluso más puntillas que ella misma. Isabel era una mujer vital, desenfrenada, divertida, a la que le encantaban los bailes y las tertulias, pero sobre todo apasionada. Su deficiente educación y falta de afecto, así como su temprano acercamiento al mundo del sexo le habían hecho identificar el cariño con el coito. Su marido era lo contrario a ella, más peripuesto y con gustos más refinados, sin olvidar su aspecto afeminado.


Isabel II y su marido,
Francisco de Asís, en un retrato ecuestre
El alejamiento entre los cónyuges era más que evidente, ya desde el principio. De sobra era sabida no sólo la desunión evidente que había entre ellos, sino la doble vida amorosa que llevaban ambos. La lista de amantes atribuidos a Isabel es interminable, desde Olózaga hasta Carlos Marfori y Callejas, pasando por Francisco Serrano o Miguel Tenorio de Castilla, pero el duque de Cádiz no se quedaba atrás, pues tenía tantos amantes masculinos como la reina, a los que hay que sumar los femeninos, como Conchita Navarro, condesa del Azor.

La mayoría de estos privados, por no decir todos, se acercaron a la Reina buscando lo que en realidad era, una fuente de poder, un sinfín de favores que Isabel concedía a cambio de un poco de cariño. De entre todos, puede que destaquen por su trascendencia el general Serrano, el general Bonito como ella lo llamaba, su primer gran amor y Carlos Marfori, quizás el más sincero.

Isabel II, el boato de una reina
Como todo Madrid, Francisco de Asís conocía los amoríos de su mujer y por tal motivo los utilizó para intentar conseguir aquello con lo que soñaba: no ser sólo el consorte sino involucrarse más en las tareas de gobierno. Así, a los pocos meses de matrimonio amenazó con abandonar el lecho conyugal si María Cristina no se iba del país. Ésta se fue, pero el airado marido también se trasladó, aunque al Pardo, ocasionando una verdadera crisis en Palacio. Isabel se vio entonces abrumada. Su marido ponía como condición para volver, alejar a Serrano de Madrid, su madre la presionaba para que se reconciliara y el papa Pío IX hacía lo propio desde Roma.

En medio de este lío, el 5 de mayo de 1847 Isabel es víctima de un atentado, que no sería el último. Mientras paseaba por la calle de Alcalá, el periodista Ángel de la Riva le disparó dos tiros, dejándole uno de ellos la cara y el sombrero ennegrecidos, pero sin más daños. Al ser interrogado se negó a confesar el móvil o si tenía cómplices y fue indultado.

Tras el susto, Isabel debe volver a preocuparse de sus problemas matrimoniales, por lo que se envía a Benavides, ministro de la Gobernación, a convencer a don Francisco de que su lugar estaba junto a su esposa. Éste acepta reunirse con ella, pero en unos meses.

Francisco de Asís de Borbón
La actitud de Francisco de Asís dejaba entrever varias cosas. Por un lado, que mantenía relaciones con su mujer, de ahí que se permitiera amenazar con interrumpirlas; por otro, que María Cristina no era el problema principal ya que tras su marcha no volvió a Palacio y finalmente, que lo que realmente preocupaba al consorte era que su mujer estuviera embarazada de Serrano. Francisco de Asís no estaba dispuesto a encubrir tal hecho, precisamente por el odio que sentía hacia Serrano por dejarlo en ridículo en alguna ocasión. Después de que pasaron los meses y quedó claro que la Reina no estaba encinta, Francisco de Asís volvió, aconsejado por el padre Fulgencio y sor Patrocinio.

Hubo que esperar al 20 de mayo de 1849 para que Isabel diera a luz por primera vez, aunque el niño, al que se le llamó Luis, murió a las pocas horas. A los pocos meses, el 12 de julio de 1850 nacería Fernando, muriendo tras el bautizo. Un año más tarde, el 19 de diciembre de 1851 nace la infanta Isabel, mostrada a los allí presentes en una bandeja de plata y rápidamente proclamada Princesa de Asturias. Su nacimiento provocó reacciones encontradas, para unos por nacer niña y para otros por el simple hecho de nacer, y es que eran muchos los que esperaban de Isabel que no tuviera hijos, más aún con el marido que tenía.

Francisco de Asís, de pie,
en una imagen junto a su mujer.

La calma en la vida de Isabel duraría poco ya que el 2 de febrero de 1852 sufre un nuevo atentado. Se dirigía con su marido y el resto de la comitiva a la basílica de Atocha a presentar a la recién nacida, cuando el cura Martín Merino se inclina para entregarle una petición. Isabel entonces se detiene y Merino aprovecha y la apuñala en un costado. La herida fue más aparatosa que grave gracias al corsé aunque Isabel se desmayó después. El agresor, al que los alabarderos impidieron escapar y que no confesó si había tenido promotores o cómplices, fue condenado a muerte a pesar de que Isabel intentara impedirlo. Se buscaba con esto dar un castigo ejemplar.

El acontecimiento estuvo rodeado desde el principio por el misterio y las habladurías. Por Madrid corría la voz de que había sido el propio Francisco de Asís el que había ordenado matar a su mujer en un intento de apoderarse de la Regencia durante unos años, y tampoco podía faltar la oposición, que utilizaba cada oportunidad para atacar a la Corona.

La familia de Isabel II
En 1854, el 5 de enero, Isabel daría a luz de nuevo pero la niña, a la que se llamó María Cristina, viviría sólo unas horas. Tras éste se malograron otros dos partos, en 1855 y 1856, en los que los niños fueron extraídos ya muertos del vientre de su madre.

El nacimiento más importante se producirá el 28 de noviembre de 1857 al nacer un varón, el futuro Alfonso XII. Tras él nacerán María de la Concepción el 26 de diciembre de 1859 aunque fallecerá dos años después. Poco antes de que esto sucediera, nacería Pilar el 4 de junio de 1861, falleciendo poco después de cumplir los dieciocho años. El 23 de junio de 1862 nacía la infanta Paz; el 12 de febrero de 1864, Eulalia, y por último, el 24 de enero de 1866 nacería un niño, Francisco de Asís, que fallecería pronto. De los doce partos que tendría, sólo sobrevivirían cinco: Isabel, Alfonso, Pilar, Paz y Eulalia.






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