martes, 17 de diciembre de 2013

II Guerra Mundial. Cap. 1: El Pacto Ribbentrop-Molotov

Molotov en el momento de la firma del Tratado

Polonia era en 1939 un país relativamente nuevo a pesar de la tradición de estado polaco que había existido desde la Edad Media. A lo largo de los siglo XVIII y XIX, conforme aumentaba el poder de sus tres vecinos (Rusia al este, Prusia al norte y al oeste y Austria-Hungría al suroeste) la nación fue dividida y repartida entre éstos. En tres años clave para los polacos 1772, 1793 y 1795, su nación dejó de existir a medida que se le iban desgajando cada vez más territorios.

La nación nacida del Tratado de Versalles pretendía dar respuesta al nacionalismo polaco que, durante un siglo y medio, había vivido subyugado por los imperios ruso, alemán y austrohúngaro. Una de las clausulas más controvertidas del Tratado, en lo tocante a las fronteras polacas, estaba en otorgarle un territorio (el denominado “corredor polaco”) que estaba fuertemente germanizado y habitado por población alemana. Además, no sólo permitía el acceso de Polonia al mar, sino que cortaba en dos a la nación alemana, pues el Land de Prusia Oriental quedaba incomunicado con el resto de la nación.

Alemania solicitó reiteradamente a los polacos que permitieran la construcción de una línea férrea y de una carretera a través del corredor para mantener comunicada a toda la nación. Asimismo, exigió la reincorporación a Prusia Oriental de la ciudad de Danzing. Estas eran clausulas que Polonia no podía aceptar, por lo que optó por mantenerse firme frente a las exigencias germanas y por establecer una entente con Gran Bretaña y con Francia que le aseguraba su apoyo en caso de confrontación.

Pero Hitler tampoco estaba decidió a ceder. Con su posición internacional afianzada tras la Conferencia de Munich en la que se acordó conceder a Alemania el territorio de los sudetes, y con Francia y Gran Bretaña consintiendo todas sus agresiones desde 1936, estaba dispuesto a actuar. La conquista de Polonia no sólo permitiría a los alemanes anexionar territorios que tradicionalmente habían pertenecido al Reich, sino que estaba dentro de la visión recogida por Hitler en Mein Kampf, donde afirmaba que el pueblo alemán necesitaba un espacio de expansión (Lebensraum) que únicamente podía encontrarse en el este.

Teoría y realidad del tratado
El 23 de agosto de 1939 se producía otro triunfo para la política exterior alemana, la firma del Pacto Ribbentrop-Molotov. En este acuerdo se garantizaba la amistad entre el III Reich y la Unión Soviética y se establecían lazos de cooperación económica: la Unión Soviética entregaría a Alemania ingentes cantidades de materias primas, especialmente cereales y petróleo, mientras que recibía maquinaria pesada de la industria germana. En clausulas secretas, el pacto incluía la repartición de Polonia entre los nuevos aliados. Además, Hitler daba vía libre a Stalin para adueñarse de las Repúblicas Bálticas a cambio de que los soviéticos dejasen de inmiscuirse en los asuntos de Rumanía, que se había convertido en socio y aliado del Reich. En un principio se había planificado que Lituania se incorporase a Alemania (era un territorio que había sido ocupado y colonizado durante varios siglos por la Orden Teutónica y aún conservaba un buen porcentaje de población de origen alemán), sin embargo, Hitler cedería Lituania a Stalin a cambio de un mayor porcentaje en el reparto de Polonia. Se trata de un acontecimiento a priori insignificante pero, con Lituania en sus manos, en la primavera de 1941 la Wermacht habría estado más cerca de sus objetivos en la URSS y las defensas con las que se habría encontrado hubieran sido mucho más endebles.

Otro triunfo para Hitler y los intereses nazis lo constituyó la libertad de actuación que Stalin les dio para actuar contra los comunistas alemanes. De hecho, el PCUS informó a todos los Partidos Comunistas europeos, que no debían oponerse a Alemania, con la que se había llegado a una alianza. Desde entonces, hasta el lanzamiento de la Operación Barbarroja en 1941, los comunistas acataron las órdenes de Moscú y en países como Bélgica o Francia no se opusieron a la invasión nazi.

Caricatura en la que se ridiculiza el tratado

En Inglaterra, Francia y, especialmente, en Polonia, los dirigentes y la población vieron con nerviosismo este pacto ya que hasta entonces el gigante ruso había sido la única nación que podía realmente intimidar a Alemania. De hecho, los ministros de Francia e Inglaterra protestaron públicamente por la firma de este tratado, pues habían estado negociando un acuerdo similar con Stalin durante el verano y ahora, de repente, se daban cuenta de que Stalin se había reído de ellos firmando un acuerdo que, además, les situaba contra las cuerdas, dejándoles sin aliados en Europa para enfrentarse a la potencia bélica del III Reich.



Con todo, la firma del Pacto de no agresión Germano-Soviético, fue el hecho que empujó a Hitler a invadir a su vecino del este. Aunque Hitler y Stalin se atribuyeran el éxito de la negociación, el mérito estuvo siempre en el trabajo de los ministros de exteriores alemán y ruso, Ribbentrop y Molotov. Una semana después de la firma del tratado comenzaba la Segunda Guerra Mundial en Europa. 

Ribbentrop y Molotov posan con Stalin, que estuvo muy sonriente ese día

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