Concentración de milicianos días antes de los combates |
Durante los últimos días de
septiembre y los primeros de octubre, se comenzaron a concentrar los milicianos
en los alrededores de Oviedo en un número nunca visto hasta entonces,
dispuestos a la toma de la ciudad.
El día 4 de octubre de
1936, coincidiendo con el aniversario del inicio de la Revolución del 34, las
fuerzas que sitian Oviedo comienzan una gran ofensiva que esperan que les lleve
a la toma de la ciudad. La ofensiva se inicia de madrugada con un fuerte ataque
artillero.
Cuando el cañoneo de la artillería y los proyectiles de la aviación dejan de rugir, se inicia el asalto
de la infantería. El ataque es enviado contra todos los frentes, tratando de
distraer a las fuerzas de Aranda para evitar que éste pueda enviar reservas cuando
se produzca el ataque principal, que se espera en el sector de la Loma del
Canto.
Posiciones republicanas en San Esteban de las Cruces |
El día 5 de octubre se
produce un hecho de gran relevancia, pues marca el primer avance de los
sitiadores: las tropas de Aranda establecidas en la posición de La Cruz abandonan
ese puesto avanzado y refuerzan a los efectivos de la Loma del Canto. Ese día,
la mala visibilidad impide la acción de la aviación y la artillería se centra
en castigar las trincheras que los defensores han excavado en las principales
posiciones del círculo de defensa de la ciudad.
El día 6 de octubre se
inician una serie de ofensivas sobre la posición de la Loma del Canto. Los
ataques de los milicianos están siempre precedidos por una intensa preparación
artillera sobre las posiciones de los defensores. De la crudeza de los combates
del día 6 nos da fe un dato: los defensores sufren baja en más de un tercio de
los hombres que defendían el sector, estas bajas son repuestas durante la
noche, cada vez con más voluntarios.
La posición aún resiste
durante el día siete, hasta que, el día ocho, los escasos defensores que aún
quedaban en ella, se repliegan sobre la ciudad. Abandonadas las defensas
exteriores, la lucha se cierne ya sobre el propio casco urbano de Oviedo.
Los edificios más altos se convirtieron en posiciones estratégicas |
La defensa de la Loma
del Canto llamó la atención de la población ovetense, e incluso, del propio
general Aranda, pues nadie se esperaba que la posición pudiese resistir los
duros envites de los milicianos. Nadie se explicaba cómo los defensores, mal equipados, y muchos de ellos voluntarios sin experiencia de combate,
podían resistir las acometidas de los bravos milicianos que, además, les batían
con una artillería cuya colocación dominaba y permitía barrer a la perfección
todo el sector.
Lo cierto es que la
defensa de la Loma del Canto fue un hecho decisivo de la batalla de Oviedo, ya
que logró que los enemigos concentraran sus esfuerzos en tomarla, ya como una
cuestión de honor, haciendo que las fuerzas republicanas no concentraran sus
esfuerzos en varios frentes a la vez, lo que habría supuesto muchos problemas
para los sitiados, incapaces, sin duda, de acudir con refuerzos a varios puntos
a la vez. Además, este retraso de los sitiadores, consiguió frenar el avance sobre Oviedo varios días, que fueron
excelentemente aprovechados por las columnas gallegas para avanzar a marchas
forzadas hacia Oviedo, sabedores de la dura prueba a la que estaba sometida la
ciudad.
Con la caída de la Loma
del Canto, y la instalación en ella de baterías de artillería y de
ametralladoras, gran parte de la ciudad quedaba expuesta de forma directa a los
barridos de las ametralladoras, por lo que se hizo especialmente peligroso
transitar por sitios como la calle Uría, la calle Toreno o la de Independencia.
Los siguientes días, el
avance de los milicianos continuó en varios sectores del frente, especialmente
en San Pedro de los Arcos, la Argañosa y
la zona de Los Catalanes. Esos días, las autoridades del Frente Popular,
anunciaban que ya poseían Oviedo.
Los días 11 y 12 de
octubre la situación es ya desesperada para los defensores y, Aranda decide
retirar a todos los hombres de la línea de defensa exterior. Desde entonces, el
frente se establece en la propia ciudad.
Aranda dirigiendo la defensa desde la primera línea |
Sin embargo, se mantienen
dos posiciones estratégicas para los defensores, porque desde ellas se controla
toda la ciudad. Una de ella es la posición de San Pedro de los Arcos, un
enclave vital, pues es la única posición, topográficamente favorable para la
defensa, antes de la Estación del Norte y la Calle Uría, que durante esos días
son fuertemente fortificadas; la otra posición que se mantiene está en el Prado Picón.
El ya general Aranda,
se esforzó en retener en su poder estas dos posiciones el mayor tiempo posible,
porque su toma por parte de los milicianos y la instalación en ellas de
artillería enemiga habría causado un serio perjuicio a los defensores, al
permitir que los atacantes bombardearan sin oposición las línea de defensa de
la ciudad: desde esas dos posiciones podrían batir fácilmente la zona del
Gobierno Civil, el Cuartel de Santa Clara y la Estación del norte, así como
cualquier edificio en el que los defensores pretendieran resistir una vez que
hubiera caído la ciudad.
Pese a todo, estas
posiciones no pudieron mantenerse más de un par de días, ya que los defensores
renunciaron a defenderlos y evacuaron a las tropas para concentrarlas en otros
sectores.
Los defensores se parapetan en el interior de las viviendas |
La defensa de la ciudad
en los propios barrios de la misma supuso considerables ventajas para los
sitiados: dispusieron de refugios más seguros que las trincheras en las ruinas
de los edificios, al reducirse el perímetro del cerco se concentró a los
soldados y las posiciones pudieron defenderse mejor y, como consecuencia de
ambos motivos, las bajas del lado de los sitiados se redujeron
considerablemente.
Los cuatro días que
restaban para la rotura del cerco (los días 13, 14, 15 y 16), los milicianos
concentraron sus ataques en dos sectores: de un lado la Estación del norte y la
calle Independencia, donde los defensores lograron resistir; y, de otro lado,
la zona de Santo Domingo, donde se llegó a la lucha casa por casa.
Las noticias del avance
de las columnas gallegas ayudaban a resistir a los defensores y aguzaban el
espíritu combativo de los atacantes, sabedores unos y otros de que sólo era
cuestión horas que la ciudad cayera o se salvara.
El día 17, para
sorpresa de los defensores, la actividad enemiga se redujo a fuego de
artillería desde las posiciones de San Estaban, pero no hubo ningún avance
enemigo. Al fin, a mediodía, los defensores de Oviedo comprendieron lo que
pasaba. Sobre el Naranco se veía a los moros, y se daba por sentado que eran la
vanguardia de las columnas gallegas.
Principales puntos del ataque republicano. En negrita las posiciones de los nacionales |
El día siguiente, 18 de
octubre, las fuerzas nacionales procedieron a recuperar las posiciones perdidas
ante la ofensiva de octubre, con lo que se restablecía el cinturón defensivo de
Oviedo ideado por Aranda. La ruptura del cerco permitió la llegada de
suministros y vacunas contra el tifus. Asimismo, la creación del “pasillo de Grado”, permitió la evacuación de buena parte de la población, incluyendo
heridos, hacia las posiciones nacionales del occidente. Buena parte de estos
evacuados recalaron en Luarca, convertida entonces en capital de la Asturias
nacional.
En efecto, Oviedo
continuó siendo una ciudad sitiada hasta el final de la guerra en Asturias, un
año después. Pero las tropas de la República ya no pudieron centrar sus
fuerzas, de forma exclusiva, sobre la ciudad, al tener que atender a más
frentes.
No obstante, la ciudad
aún viviría otra gran ofensiva, la que se produjo en el mes de febrero de 1937,
coincidiendo con el aniversario de las elecciones ganadas por el Frente
Popular. Previamente, en noviembre, se había lanzado una ofensiva contra el
“pasillo de Grado”, en un intento de volver a dejar aislada a la ciudad como
paso previo a su conquista.
Algunos barrios de la ciudad quedaron completamente destrozados |
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