Isabel II |
Muchas fueron las situaciones difíciles a las que Isabel
tuvo que hacer frente a lo largo de su vida y su reinado, donde se sucedieron
las conspiraciones, los atentados, las inestabilidades y las revueltas. Pero posiblemente,
el momento más duro y espinoso para ella
fue precisamente el que provocó su salida del trono: la Revolución de 1868.
Isabel II, en el ocaso de su reinado |
En 1867 muere O’Donnell y al año siguiente Narváez, ocupando
González Bravo la presidencia del gobierno. Antes de que se produjeran estas
muertes la revolución ya se podía sentir, pero eran precisamente O’Donnell y
Narváez los que contenían la desintegración del sistema, mientras el resto de
partidos políticos endurecía sus campañas de descrédito dirigidas desde la
prensa hacia Isabel. Sin embargo, las causas de la revolución son mucho más
profundas y alejadas en el tiempo, influyendo entre otras cosas la coyuntura de
crisis económica y del sistema político, la intervención de políticos,
militares e intelectuales criticando la situación existente y proponiendo
alternativas, sin olvidar a la población sobre todo urbana, cada vez más
implicada e interesada en la política y en la marcha del país.
Para intentar evitar la revolución, en julio de 1868
González Bravo, un civil que actúa con mano dura pero que no cuenta con
autoridad dentro del ejército, destierra a destacados generales entre los que
están Serrano, Dulce, Zabala, Córdoba, Echagüe…, y también a los Montpensier,
que se sabe están aliados con los revolucionarios y pretenden ocupar el trono
tras la marcha de Isabel. Pero aquí no acaba la actuación de González Bravo,
que poco a poco va aislándose a sí mismo y a la monarquía, hasta que se queda
sin apoyos ya que cuentan con la
enemistad de progresistas, demócratas, unionistas (…) también el poder
económico les vuelve las espaldas, al igual que sectores de las clases medias y
populares del mundo urbano.
Así las cosas, Serrano, que había sido designado por
O’Donnell nuevo dirigente de Unión Liberal, se alió con los progresistas de
Sagasta y los demócratas de Prim para destronar a Isabel, aunque su unión no
fuera sólida, pues desconfiaban unos de otros y cada uno había pensado en su propio
candidato al trono.
Revolución Gloriosa, Cádiz, 1868 |
Reunidos los revolucionarios en Cádiz, el 18 de septiembre el
almirante Topete se subleva al frente de toda la escuadra, al tiempo que proclaman
el manifiesto España con honra, donde
explicaban los motivos de la sublevación, criticaban la situación anterior y
exponían sus proyectos. Serrano se pone al frente de las tropas de Sevilla y
parte hacia Madrid sin encontrar apenas resistencia. En Alcolea se enfrentará
al marqués de Novaliches, que manda las tropas leales a Isabel, derrotándolo
con facilidad.
Mientras todo esto ocurría, Isabel se hallaba veraneando en
Lequeitio. La situación que se le presentaba era complicada y debía decidir
entre quedarse o huir. Teniendo en cuenta que no había muchos dispuestos a
defenderla y lo cerca que estaba la frontera puede que su única opción fuera la
que tomó: marchar al exilio.
Cuando Isabel abandonó el país supo que sus días como reina
habían terminado a pesar de que guardaba la esperanza de volver algún día.
Quizás por este motivo o porque no quería colocar a su hijo en el centro de la
tormenta política que había provocado la revolución, decidió no abdicar y
marchar a Francia. Ya no regresaría a España hasta tiempo después, y cuando lo
hacía era por periodos no demasiado largos.
Se había ido desolada y apenada, creyendo tener más raíces en este país,
viendo como uno de los hombres que ella tanto había querido, el general bonito, había sido uno de los
que más habían trabajado para destronarla. El general Serrano presidía ahora el Gobierno Provisional constituido en octubre.
Isabel II, en su exilio parisino |
Tras pasar una temporada en Pau, la Familia Real se trasladó
a París, donde se instaló en el palacete Rohan de la calle Rívoli para luego
trasladarse al palacio Basilewski de la avenida del Rey de Roma, más tarde
avenida Kleber y que Isabel rebautizó como Palacio de Castilla. Aquí estableció
Isabel una corte en miniatura, que mantiene gracias a la dotación que se le
envía desde el gobierno de España. Aunque le hubiera gustado traerse a más
gente, su nueva situación la obligó a controlarse en los gastos e imponerse una
austeridad que le había faltado en sus años de Reina.
Es ahora cuando Isabel y Franciso de Asís ya no tienen que
mantener las apariencias y deciden separarse. Él se dedicará a vivir libremente
sus aventuras amorosas, que serán bien conocidas y comentadas en París, como la
que mantuvo con la cantante Hortensia Schneider, aunque de vez en cuando
volverá al lado de Isabel con peticiones y exigencias, intentando hacer valer
sus derechos como marido. Mientras, Isabel continuará su historia con Carlos
Marfori, que la siguió al exilio, aunque como ocurrió anteriormente, llegará el
momento en que deberán separarse.
Isabel II y su hijo, el futuro Alfonso XII |
Tiempo después, y tras infructuosos intentos de volver al
trono de España, el 25 de junio de 1870 Isabel abdicó en favor de su hijo
Alfonso en una ceremonia celebrada en el Palacio de Castilla y a la que asistió
su familia y algunos Grandes de España y políticos. Se alejará así de la
política, al tiempo que su vida se vuelve más reposada.
Los sucesivos viajes de Isabel a España serían en calidad de
Reina Madre, ya no de gobernadora. Serían viajes cortos para no dificultar la
buena marcha del país y en los que Isabel tendría la oportunidad de ver que en
España se la quería, de la misma forma que ella siempre quiso a España, como
dejó en su testamento:
Que se haga saber a la Nación española, después que yo fallezca, que he
muerto amándola, y que, alcanzada la presencia de Dios, intercederé por su
prosperidad.
Falleció el 9 de abril de 1904 a los setenta y tres años de
edad. Fue enterrada en el Panteón de Reyes de El Escorial junto a su marido,
que había fallecido dos años antes.
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