Isabel II, estudiando geografía. |
La educación que recibieron tanto la princesa Isabel como su
hermana Luisa Fernanda fue bastante deficiente, sobre todo si se tiene en
cuenta la importancia y magnitud del cargo que tendría que desempeñar, al menos
la primera.
Conocemos quiénes se hicieron cargo de su enseñanza y cómo
transcurría su día a día, entre otros
testimonios, por las memorias de la condesa de Espoz y Mina.
Agustín de Argüelles, preceptor de Isabel |
En un primer momento el puesto de camarera mayor lo ocupó la
marquesa de Santa Cruz, papel que abandona al llegar Espartero a la Regencia
por no ser de su partido y que más adelante retomará. En ese momento, la
condesa de Espoz y Mina, hasta ahora aya de la princesa, reúne en su persona
ambos cargos. Su tutor fue Agustín de Argüelles y Manuel José Quintana, su
preceptor. Vicente Ventosa (y luego Ventura de la Vega) se encargó de enseñarle
letras y nociones elementales y su mujer, María Brochot, francés y labores.
También contaba con un profesor de canto, Francisco Valldemosa, y otro de
piano, Alberto Albéniz, además de recibir lecciones de pintura de Bernardo
López y de diseño de Clara Brunot. No menos importante será la figura de su
ayo, Salustiano Olózaga, como se verá más adelante.
A pesar de este nutrido grupo, sus lecciones no parece que
llegaran a Isabel, entre otras cosas, porque incluso los docentes se hallaban
inmersos en el juego de camarillas palaciegas. La niña, como tal, será víctima
de estos personajes que moldearán, o más bien deformarán, su carácter
aprovechando su naturaleza bondadosa y compasiva (lo que le acarreará problemas
a lo largo de su vida).
Manuel José Quintana, preceptor de Isabel |
Otro de los motivos por los que la educación de las
niñas fue imperfecta reside en que el método utilizado resultaba inadecuado.
Como la propia condesa de Espoz y Mina apuntaba, el método (…) era sólo a propósito para niñas de menos años que los que
contaba la reina. Por si fuera poco, antes de encargarse de las lecciones, la princesa y la
infanta debían arreglarse, desayunar y acudir a misa, con lo que les quedaba
poco tiempo hasta la hora de comer.
Era aquí donde se planteaban de nuevo los problemas. Isabel
era una niña tranquila, regordeta y con tendencia a la obesidad, algo que se
acentuará con los años, pero sobre todo consentida a la hora de saciar su
apetito: le encantaban los dulces, el cocido de garbanzos, el arroz con pollo y
la tortilla de patatas. Por
este motivo, ya desde pequeña los médicos le impusieron un régimen aunque rara
vez lo seguía. A esto había que añadir su delicado estado de salud por el
herpes que la acompañaría periódicamente y por el que tendría que tomar baños
para eliminar las asperezas.
Después se entretendría jugando con su hermana y los catorce
perros de Palacio o dando un paseo por el Retiro, para dedicar algo de tiempo
en la tarde, no demasiado, a una nueva lección, para cenar luego y acostarse
temprano.
La infanta Luisa Fernanda, estudiando música. |
El resultado es de sobra conocido: si bien sabían leer y
escribir, la caligrafía no era cuidada, sobre todo la de Isabel, y tampoco se
hallaba muy familiarizada con la ortografía (cuentan que siendo ya reina se
entretenía escribiendo en una cuartilla con sus invitados, ganando el que más faltas de ortografía cometiera), además
nunca llegó a dominar el francés ni hablado ni escrito a pesar de su larga
estancia en aquel país. En cuanto a lo demás, la aritmética no fue nunca su
punto fuerte y el piano sufría sólo de verla entrar en la estancia, aunque
presentaba buena disposición para el canto y en su madurez mostró gran interés
por las artes.
Sin embargo, no todo iban a ser buenos y despreocupados
ratos en la vida de Isabel. El 7 de
octubre de 1841 Diego de León y Dámaso Fulgosio intentaron secuestrar a Isabel.
Estaba finalizando la tarde cuando en Palacio se escucharon ruidos de disparos
y cristales rotos. La condesa de Espoz y Mina con las demás doncellas y
camaristas de la princesa y la infanta consiguieron esconder a las niñas en un
lugar seguro hasta que hubo terminado el peligro. Al amanecer, después de que
Espartero explicó a Isabel lo sucedido, salieron ambos al balcón para ver el desfile
de las tropas y la Milicia Nacional.
Si bien las causas nunca estuvieron del todo claras, la
rumorología siempre atribuyó la responsabilidad de este incidente a la reina
María Cristina, que desde París y ayudada por la Sociedad Militar, dirigida por
Narváez y O’Donnell, intentaría arrebatar a Isabel de la tutela de Espartero.
La venganza de María Cristina, que tenía muy presente cómo
Espartero la había desplazado de la Regencia, se había consumado. La situación
en que estaba el país era confusa, más después de que Espartero perdiera las
elecciones y del levantamiento de Narváez y compañía en mayo de 1843.
Isabel II, mayor de edad |
En julio se había nombrado un gobierno provisional presidido
por Joaquín María López, que sería sustituido por Olózaga, aunque éste sólo
duraría un mes en el cargo. Los progresistas, con López al frente, pretendían
alejarse de Espartero uniéndose a los moderados para seguir en el gobierno, una
tarea difícil teniendo en cuenta que los moderados tenían sus propios planes.
En diciembre González Bravo formaba un gobierno moderado que aún guardaba las
formas en lo referente a la coalición con los progresistas, pero que era de
nuevo una solución temporal que preparaba la definitiva subida de Narváez y los
moderados al poder.
Así las cosas, el 8
de noviembre de 1843 Isabel fue declarada mayor de edad y días después juraba
la Constitución ante el Senado. Era la solución preferida tanto por
progresistas como por moderados ya que ninguno estaba dispuesto a mantener la
Regencia de Espartero y mucho menos permitir la vuelta de María Cristina, por
mucho que ella intentase intervenir en la política española, y además, contaban
con poder manejar a la Reina niña, tan inexperta en los temas de gobierno y tan
dada a complacer a los demás.
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