domingo, 29 de diciembre de 2013

Manfred von Richthofen, el Barón Rojo

El Barón Rojo, 
un héroe de leyenda
En todas las guerras surgen héroes y villanos, personajes que son capaces de realizar los actos más sublimes de heroísmo o de cometer las más terribles atrocidades. Los héroes por antonomasia de la I Guerra Mundial son, sin lugar a dudas, los ases de la aviación, personajes ensalzados por los suyos y respetados por el enemigo. Entre todos ellos descuella la egregia figura de Manfred von Richthofen, más conocido por su apodo de batalla, el Barón Rojo.

Manfred nació en Breslau, capital de Silesia, el 2 de mayo de 1892. Fue el mayor de tres hermanos, convirtiéndose por tanto en el heredero del título familiar, pues provenía de una aristocrática familia de terratenientes. Tratando de emular a su padre, que había pertenecido a la caballería prusiana, Manfred se incorporó en 1909 a la Academia Militar, donde alcanzó el grado de teniente del Primer Regimiento de Ulanos. En 1914, con el estallido de la Gran Guerra, su unidad fue movilizada hacia el frente occidental. Pero pronto quedó constatada la inoperancia de la caballería en el nuevo estilo de guerra: trincheras, alambradas y ametralladoras impedían que la caballería se emplease como antaño, por lo que el regimiento de Manfred fue destinado a la intendencia de los soldados del frente y a servir como enlace.

Derribando a un enemigo
Hastiado por la rutina de una vida carente de emoción, von Richthofen pidió su traslado a la Fuerza Aérea Imperial. Le fascinaban aquellos aparatos que elevaban al hombre a los cielos, donde se batían en duelos mortales con sus oponentes. Tras el preceptivo paso por la Academia de pilotos, donde no mostró grandes cualidades, fue destinado al Frente Oriental con la misión de llevar a cabo patrullas de reconocimiento, sin ninguna posibilidad de entrar en combate, pues los rusos carecían de unidades aéreas.

Los duelos aéreos eran contemplados por los aburridos soldados de tierra desde las trincheras, lanzando vítores y animando a los suyos. La antigua caballería había sido reemplazada por la caballería del aire, y sus combates se convirtieron en auténticas justas.

Manfred von Richthofen
 con la
cruz Pour le Mérite
Sin embargo, muy pronto, su vida iba a cambiar. En el otoño de 1915 conoció a Oswald Boelcke, el gran as de la aviación alemana en aquellos tiempos. Boelcke le convenció para que le acompañara al Frente Occidental y se incorporara a su escuadrón de cazas de combate. Manfred le hizo caso, y en abril de 1916 derribó su primer avión enemigo. Desde entonces, no cesaría de acumular méritos y honores en su expediente militar, convirtiéndose en el lugarteniente más capaz de Boelcke. Manfred y su biplano Albatros, parecían uno solo. En octubre falleció Boelcke, y Manfred fue patrocinado para ocupar la posición del que hasta entonces fuera su maestro. Boelcke acumulaba 40 victorias, y Manfred prometió que superaría la cifra del que, hasta entonces, era el mejor piloto de la guerra. Sin la tutela de nadie, von Richthofen se sintió libre para realizar todas las acciones que hasta entonces no le habían sido permitidas, derribando cada vez a más y más enemigos. Poco después de la muerte de Boelcke obtuvo su 11ª victoria al derribar a Lanoe Hawker, un as de la aviación británica.

En enero recibió la Cruz Pour le Mérite, la más alta distinción del Ejército Alemán. También por esa época fue trasladado de unidad, otorgándosele el mando de la Jasta 11, una unidad poco eficaz. La llegada de von Richthofen revolucionó a la Jasta 11: ordenó pintar su avión de rojo para que el enemigo supiera con quién se enfrentaba, imprimió disciplina a sus hombres y les infundió coraje al relatarles sus hazañas. Fue en ese momento cuando adquirió su famoso sobrenombre, por su origen noble y el color de su avión. Los resultados comenzaron a cambiar, y el Jasta 11 se convirtió en la unidad más temida por franceses e ingleses, que pusieron un precio de 5.000 libras a la cabeza del petit rouge. Para confundir al enemigo, los hombres del Jasta 11 pintaron sus aviones de colores. Fue el llamado "circo volante" del Barón Rojo.

Los componentes del Jasta 11
En la primavera de 1917, von Richthofen recibió el mando del primer ala de cazas de la historia, comandando los Jasta 4, 6, 10 y 11. En un año, consiguieron 644 victorias con la pérdida de sólo 56 aparatos. Sin embargo, el 7 de julio el Barón Rojo fue gravemente herido en la cabeza. El Alto Mando alemán pensó en retirarle definitivamente para conservar viva su leyenda, pero Manfred se negó en rotundo. Sin haberse recuperado del todo, y con la cabeza vendada, no tardó en reincorporarse.

Los hombres comprendieron que su líder era un auténtico héroe, un ejemplo de entrega y combatividad, por lo que comenzaron a imitarle. Por eso en esta época, la nómina de ases de la aviación alemana creció enormemente entre los discípulos de Manfred von Richthofen. El 20 de abril de 1918 el Barón Rojo consiguió su 80º victoria. Había duplicado la cifra alcanzada por Boelcke.

El 21 de abril realizaría su última misión. En una ronda de reconocimiento su unidad se encontró con una escuadrilla enemiga. Mientras perseguía un avión enemigo, no se percató de la presencia de un avión a su cola y fue derribado. Eso fue al menos lo que pareció al principio, sin embargo, más tarde se supo que Manfred von Richthofen fue derribado por el fuego antiaéreo, y no por el avión del capitán Roy Brown.

El último duelo de 
von Richthofen
Su aparato cayó en las líneas francesas, donde fue enterrado con todos los honores, como si se tratase de uno de los suyos. En la lápida del Barón Rojo grabaron la siguiente inscripción: Aquí yace un valiente, un noble adversario y un verdadero hombre de honor. Que descanse en paz.

Los hombres formados por von Richthofen continuaron luchando, convirtiéndose en auténticos ases. Algunos de sus discípulos se hicieron tremendamente populares, como su hermano Lothar o Hermann Göring, que llegará a ser Ministro del III Reich.

El "circo volante"

No hay comentarios:

Publicar un comentario