Cartel de la película |
Pocos personajes han sido capaces de generar tanta destrucción
y muerte en tan poco tiempo como Saloth Sar, más conocido como Pol Pot. Tras
una cruenta guerra civil suscitada al calor de la Guerra de Vietnam, el Jemer Rojo, una guerrilla comunista surgida una década atrás, tomaba la capital de Camboya e imponía un régimen comunista de corte maoísta que
durante sus cinco años de vida (1975-1979) fue capaz de hacer desaparecer a un
cuarto de la población del país. El responsable de esta matanza, conocida como
el genocidio camboyano, no fue otro que el antes citado Pol Pot.
Los despiadados jemeres rojos |
Lo cierto es que Camboya había sido un país tranquilo y
estable hasta finales de la década de 1960. Los franceses habían dejado una
incipiente industria del caucho dedicada a la exportación, mientras el grueso
de la población continuaba viviendo del cultivo del arroz, especialmente prolífico
gracias a que el país es atravesado por el río Mekong. Pero la guerra del
Vietnam no tardó en extenderse a los países vecinos, Laos y Camboya, que pronto
vieron cómo se instauraban guerrillas comunistas que, apoyadas por China,
consiguieron vencer e imponer su sistema político.
Los gritos del silencio, titulada en versión original The Killing Fields (Los campos de la
muerte) está ambientada en los últimos meses de la guerra civil camboyana,
narrando vívidamente cómo fue la entrada triunfal de los jemeres rojos en la
capital del país y las matanzas que siguieron a la instauración del comunismo.
Los campos de la muerte |
La película trata de recrear la historia verídica de Sydney Schanberg y Dith Pran. El primero es un reportero del New York Times que obtiene
un buen número de exclusivas gracias a la ayuda de Dith Pran, que le
sirve de fotógrafo, guía e intérprete. Juntos forman un equipo periodístico capaz de
llegar a lugares vedados para otros periodistas, como sucede durante el
bombardeo de Neak Luong. Más tarde, con la llegada del Jemer Rojo, los pocos
occidentales que residen en el país se refugian en las embajadas occidentales
tratando de huir de la persecución a la que someten los guerrilleros comunistas
a todos aquellos que pertenecen a la clase media. Las embajadas pronto se ven
atestadas de gente que, en muchos casos, no tienen un pasaporte para salir del
país. Es el caso de Dith Pran, al que Schanberg y Al Rockoff tratan de ayudar
falsificando un pasaporte. Sin embargo, todos sus intentos son en vano, y Pran
debe resignarse a ser capturado y encarcelado en un campo de trabajos forzosos.
Mientras tanto, en Estados Unidos, Schanberg, que trata por todos los medios de
localizar al desaparecido Pran, recibe el Premio Pulitzer en 1976. Finalmente,
Pran consigue escapar de su cautiverio, y es entonces cuando se da cuenta de la
desolación del país: en su viaje hasta la frontera tailandesa debe atravesar
campos devastados cubiertos por miles de cadáveres.
Dith Pran y Sydney Schanberg, cuya historia inspira la película |
La película fue dirigida por Roland Joffé a instancias de
David Puttnam. Ambos habían trabajado juntos en Carros de fuego y cuando a
Puttnam le llegó el guión de Los gritos del silencio le preguntó a Roland Joffé
qué le parecía. Estuvieron de acuerdo en que era un guión excelente que debía
ser llevado al cine, siempre y cuando no sirviera para relatar una historia
bélica, sino la historia de amistad entre Schanberg y Pran. En principio, Joffé
mostró muchas reticencias a encargarse de la dirección, pues nunca había dirigido
una película, pero la insistencia de Puttnam, acompañada de su asesoramiento,
fue suficiente para convencerle. El guión estaba basado en una obra titulada Haing Ngor: a cambodian Odyssey, donde el autor (que luego encarnará a Dith Pran) contaba sus peripecias huyendo del jemer rojo.
En 1983 todo el equipo se desplazó hasta Tailandia, escenario
habitual para rodar películas ambientadas en el Sudeste Asiático. Tailandia era
siempre el lugar adecuado por una razón muy simple: el resto de países del
entorno (Vietnam, Laos, Camboya, Birmania) se encontraban bajo regímenes comunistas.
Tailandia constituía una isla monárquica y pro occidental en la que, además,
se podía encontrar un buen número de refugiados de los países vecinos, que se podían utilizar en los rodajes.
Los protagonistas elegidos para dar vida a Schanberg y Pran
fueron Sam Waterston y Haing Ngor respectivamente. Entre el elenco de actores
secundarios encontramos a John Malkovich (Al Rockoff) y Julian Sands (John
Swain). El estreno tuvo lugar en 1984, y fue rápidamente un éxito de crítica,
no tanto de público, que esperaba encontrar una cinta bélica. Obtuvo siete
nominaciones a los Óscar, recibiendo los de Mejor Actor Secundario (Haing Ngor),
Montaje y Fotografía. También fue galardonada con ocho premios BAFTA de un
total de trece nominaciones.
Julian Sands y John Malkovich |
Muchas de las escenas de la película muestran la incoherencia de los guerrilleros comunistas: mientras tratan de eliminar a la clase media, no dudan en aceptar sobornos en forma de dinero o joyas; también se muestra la oposición entre la hambruna que vive la ciudad de Phnom Penh (la capital) y las cajas y cajas de Coca Cola (uno de los productos capitalistas por excelencia) que consumen los jemeres rojos.
La música de la película fue encargada a Mike Oldfield, quien
en principio trató de crear una banda sonora uniforme que identificara el
filme. Sin embargo, tras seis meses de trabajo, la banda sonora fue rechazada,
tanto por Roland Joffé, como por David Puttnam. En su lugar, Mike Oldfield
trabajó durante varios meses más para realizar una serie de composiciones
adaptadas a las diferentes secuencias de la película. Lejos de perder el carácter
que toda banda sonora imprime, se ganó en emotividad, pues Oldfield creó una música
que consigue trasportar al espectador a los campos de exterminio camboyanos. Algunas
de las composiciones (entre las que destacan the year zero, execution,
capture o bad news) aumentan enormemente la carga de tensión del filme,
haciendo que las escenas cobren mayor fuerza visual.
Una película extraordinaria que consigue trasladar al espectador al depauperado
Sudeste Asiático, haciendo que se olvide de la estereotipada imagen de las
playas cristalinas y los románticos templos perdidos en las profundidades de
junglas y manglares.